Los seres humanos, desde el nacimiento, necesitamos la cercanía de otras personas para sobrevivir. Este vínculo afectivo, conocido como apego, se forma en los primeros años de vida entre el niño y sus figuras referentes principales. Los primeros autores que comenzaron a investigar sobre este vínculo, fueron el psiquiatra británico Bowlby (1982) y la psicóloga Ainsworth (1978, 1991), que intentaron explicar los efectos de los vínculos tempranos de protección en el desarrollo psicológico del neonato, así como las consecuencias de no contar con ellos. Aunque puede parecer un concepto sencillo, el tipo de vínculo que un niño desarrolla tiene profundas implicaciones para su desarrollo emocional, social y cognitivo.
¿Qué es el apego?
Según Bowlby (1986) el apego es una tendencia de los seres humanos a establecer vínculos afectivos sólidos con personas determinadas a través de la vida. Si esta afirmación la trasladamos a la infancia, podría decirse que el apego es un lazo emocional profundo y duradero que se forma entre un niño y su cuidador principal, generalmente la madre, el padre o una figura constante en su vida. Este vínculo le permite al niño sentirse seguro, protegido y amado. Según esta teoría, los primeros vínculos afectivos sientan las bases de cómo los niño/as se relacionarán con el mundo y con los demás a lo largo de su vida.
Tipos de apego
Ainsworth identificó varios tipos de apego que se desarrollan en la infancia, en función de la calidad de las interacciones entre el niño y su cuidador/es principal/es:
- Apego seguro: El niño se siente confiado para explorar el mundo porque sabe que puede regresar a una figura segura que le apoyará cuando lo necesite. Suele desarrollarse en entornos donde los cuidadores responden de manera cálida, segura y con confianza.
- Apego inseguro evitativo: El niño parece independiente, pero en realidad ha aprendido a no mostrar su necesidad de afecto porque sus cuidadores suelen estar emocionalmente distantes o ausentes.
- Apego inseguro ambivalente o ansioso: El niño no sabe qué esperar de sus cuidadores, que pueden ser inconsistentes en sus respuestas, a veces se muestran disponibles, otras en cambio parecen distantes. Esto genera ansiedad e inseguridad.
- Apego desorganizado: Aparece cuando hay una figura cuidadora que también representa una fuente de miedo. El niño muestra comportamientos contradictorios y confusión.
¿Por qué es tan importante esta teoría?
El tipo de apego que un niño desarrolla interfiere en múltiples áreas:
- Regulación emocional: Los niños con apego seguro aprenden a manejar mejor sus emociones y tolerar de forma más adecuada la frustración.
- Autoestima: Los niños de tipo seguro tienen una valoración y percepción de sí mismos más positiva, incluyendo aspectos como el autoconcepto, la confianza y el bienestar emocional.
- Relaciones sociales: Desarrollan habilidades para establecer vínculos saludables con otras personas.
- Aprendizaje: Se sienten seguros para explorar y aprender del entorno, lo cual favorece su desarrollo cognitivo.
¿Cómo favorecer el apego seguro?
El apego seguro no depende de la perfección, sino de la constancia, la sensibilidad, confianza, seguridad y la conexión emocional. Algunas recomendaciones clave incluyen:
- Responder a las necesidades del niño/a, especialmente en momentos de angustia.
- Establecer rutinas que proporcionen seguridad y que sean previsibles para el niño/a.
- Mostrar afecto físico y verbal de forma regular.
- Escuchar activamente, validando sus emociones sin juzgar.
- Estar presente emocionalmente, no solo físicamente.
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