En anteriores entradas de este blog, se ha tratado temas como la impulsividad y el déficit de atención, a menudo asociados con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Hoy es el turno de otro aspecto relacionado: la hiperactividad.
Exploraremos algunas de sus características, cómo afecta a los niños y jóvenes en diferentes áreas de su vida, compartiremos recomendaciones para ayudarles a manejar esta condición y como el juego además de divertido puede ser nuestro gran aliado para mejorar la hiperactividad.
¿Qué es la hiperactividad?
La hiperactividad se caracteriza por un nivel de actividad que es inusualmente alto para la edad del niño o joven. Esto puede manifestarse de varias maneras, incluyendo:
– Con frecuencia juguetea con las manos o los pies, se retuerce en el asiento, siente dificultades para permanecer sentado en situaciones que requieren mantenerse en su lugar.
– Dar golpecitos de forma repetitiva y constantes, toquetear pequeños objetos que tenga alrededor.
– Suele moverse de un lado para otro, corretear o trepar cuando no es apropiado.
– Mirar a su alrededor incesantemente.
– Dificultad para jugar en silencio o estar ocupado tranquilamente en actividades recreativas.
– Sensación de incomodidad estando quieto durante un tiempo prolongado.
– Habla excesivamente, responde antes de tiempo o interrumpe (por ejemplo, se mete en las conversaciones, juegos o actividades, puede empezar a utilizar las cosas de otras personas sin esperar o recibir permiso; en adolescentes y adultos, puede inmiscuirse o adelantarse a lo que hacen otros).
Estas manifestaciones pueden aumentar en intensidad, cuanto más estricta sea la necesidad de no moverse. Esta excesiva energía necesita de una vía de escape: la vía motora. De no ser así, por ejemplo, cuando imponemos la norma de estarse completamente quieto, esta sobreactividad se traslada a la mente, provocando distracción.
La hiperactividad puede tener un impacto significativo en varias áreas de la vida de un niño o joven, en especial cuando aparece acompañado de déficit de atención e impulsividad, interfiriendo en el rendimiento escolar, relaciones sociales, vida familiar y autoestima.
Conforme la persona va creciendo la hiperactividad tiende a disminuir, pero, aunque el movimiento desaparezca, a menudo verbalizan que se sienten inquietos o nerviosos por dentro. Para profundizar más en cómo afecta a los adultos recomendamos la lectura TDAH en adultos.
Es fundamental recordar que la hiperactividad no es un comportamiento «problemático» si se canaliza bien.
¿Cómo se puede manejar la hiperactividad?
1. Establecer rutinas
Las rutinas diarias pueden proporcionar estructura y previsibilidad, lo que ayuda a sentirse más seguros. Intenta establecer horarios regulares para las comidas, el tiempo de estudio y el tiempo de juego.
Importante cuidar el ambiente, crear un espacio con el menor número de distracciones posibles a la hora de concentrarse en una tarea.
Si la tarea resulta difícil, es de gran ayuda dividirla en pequeños pasos y elaborar de manera conjunta una lista que incluya el procedimiento a seguir. Si es una tarea habitual y forma parte de la vida cotidiana es recomendable tenerla accesible a la vista, hasta que se interioricen los pasos de manera natural.
2. Fomentar la actividad física
El ejercicio regular puede ser una excelente manera de canalizar la energía. Actividades como correr, nadar, andar, bailar o practicar cualquier deporte pueden ayudar a liberar tensiones y la sensación de incomodidad, teniendo en cuenta que sea el propio niño o joven quien decida qué actividad le gusta más. Además, es aconsejable que disponga de tiempo y juego libre de manera autónoma, ya que suelen venir de un ambiente más estructurado como las clases escolares.
El juego puede ser un gran aliado, uno que resulta muy divertido es “El suelo es lava”, se puede comprar la versión de juego de mesa o adaptarlo nosotros mismos con el material que dispongamos en casa o en el propio parque. La idea principal es imaginar que el suelo es lava, hay que saltar sobre piezas de espuma que se han repartido al azar por el espacio para no caer en la lava.
Este juego promueve la actividad física, el control de movimientos y la planificación antes de actuar. Se pueden incluir cartas de desafío, como saltar a un color determinado, a la pata coja o con obstáculos.
Otro juego es “Simón dice”, que consiste en seguir instrucciones de un líder, la norma principal para jugar es seguir la indicación solo cuando comienza la instrucción por “Simón dice…” y no hacer caso a la indicación si el líder da una orden sin el inicio de frase. Incorpora movimientos que permitan liberar energía, por ejemplo “Simón dice saltar, girar, bailar…”. Con este juego podemos entrenar las autoinstrucciones y desarrollar también habilidades de liderazgo.
3. Técnicas de relajación
Incorporar en nuestra rutina técnicas de relajación, como la respiración profunda, relajación muscular progresiva o la meditación.
Una técnica sencilla es la respiración profunda, que puede introducirse de forma práctica con el juego de soplar velas sin querer apagarlas, inflando globos poco a poco, haciendo pompas de jabón, etc.
Para los más pequeños recomendamos la relajación muscular de Koeppen, quien adaptó los ejercicios de manera más atractiva a los niños. Para no hacer muy extensa esta lectura os compartimos la relajación de Koeppen como material descargable.
También es interesante para entrenar la meditación el libro “Tranquilo y atento como una rana” de Eline Snel.
Todo ello son recomendaciones, lo importante es adaptarnos a las necesidades de cada uno y buscar que sea lo más motivante posible.
En ocasiones la situación requiere del apoyo de un profesional y está bien pedir ayuda, en nuestro blog tenéis una entrada titulada ¿Cuándo debería acudir al psicólogo infantil? que puede ser útil si como padres se tienen dudas de si llevar a los hijos al psicólogo o no.
Más entradas como esta en nuestro blog.
Síguenos en Instagram para estar al día con la psicología.