Para hablar de maternidad y salud mental iniciaremos con la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien estima que una de cada cinco mujeres experimenta algún tipo de trastorno mental durante el embarazo o en el primer año después del parto. Además, cuando hablamos de ansiedad y depresión perinatal, encontramos que en aproximadamente el 50% de los casos, los síntomas comienzan durante la gestación.
A estas cifras ya preocupantes se suma otro dato revelador: el 75% de las mujeres no expresan, minimizan o directamente niegan su sintomatología por miedo al juicio social. La presión por encarnar un ideal de madre fuerte, abnegada y siempre feliz empuja a muchas mujeres a ocultar su malestar, perpetuando el silencio y el sufrimiento en soledad.
Si bien es cierto que en los últimos años han surgido más espacios para hablar abiertamente sobre salud mental y maternidad, aún queda mucho camino por recorrer para ofrecer una atención integral, empática y de calidad a las madres en todas las etapas de este proceso.
La maternidad está profundamente atravesada por mitos, expectativas irreales y juicios culturales que invalidan los estados emocionales de las mujeres. A menudo, se minimizan sus sentimientos o directamente se niegan, lo que contribuye a desestimar el impacto real que estos síntomas pueden tener en la salud mental materna.
Es fundamental comprender que las emociones en la etapa perinatal (embarazo, parto y postparto) no solo afectan a la madre, sino que también inciden directamente en el desarrollo emocional del hijo y en el vínculo entre ambos. Sin embargo, esto no debe convertirse en una fuente adicional de presión, sino en un llamado social a brindar más apoyo, más comprensión y más espacios seguros de contención emocional.
Otro aspecto que no se puede ignorar es el dolor que genera la pérdida. La maternidad no siempre llega de forma lineal ni sencilla. Se estima que un 25% de los embarazos terminan en aborto, y muchas mujeres atraviesan pérdidas gestacionales recurrentes a lo largo de su proceso. Estas situaciones, sumadas a la infertilidad o a la esterilidad, impactan profundamente en la salud emocional, tanto de la mujer como del entorno familiar.
Asimismo, el parto, que idealmente debería ser un proceso médico ordinario, puede convertirse en una fuente de trauma. Complicaciones médicas o la violencia obstétrica pueden desencadenar síntomas de estrés postraumático en aproximadamente un 7% de las mujeres. Esta realidad demuestra la necesidad urgente de repensar el acompañamiento profesional durante el parto desde una perspectiva más humana y respetuosa.
En este contexto, es imprescindible que los profesionales que trabajan directamente con mujeres en procesos de maternidad —ginecólogos, obstetras, pediatras, matronas, psicólogos y psiquiatras— cuenten con formaciones específicas en escucha activa, salud mental perinatal y acompañamiento emocional. La maternidad no es una experiencia lineal; está llena de matices, altibajos y desafíos únicos que como profesionales debemos ser capaces de enfrentar
También es necesario impulsar la creación de equipos multidisciplinarios que puedan abordar de manera integral la salud mental en esta etapa, incluyendo programas de prevención, detección temprana, tratamiento psicológico y apoyo social. No se trata solo de intervenir cuando ya hay sufrimiento, sino de construir sistemas que protejan la salud mental desde el deseo de ser madre, pasando por la concepción, el parto y los primeros años de crianza.
La Semana de la Salud Mental Materna es una oportunidad clave para romper el silencio y generar conciencia sobre una problemática real, vigente y muchas veces invisibilizada.
Es urgente poner en marcha políticas públicas, programas de salud y estrategias de formación profesional que reconozcan la complejidad del proceso materno. Prevenir, acompañar y visibilizar son tres pilares fundamentales para transformar la maternidad y la salud mental.
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