Los miedos evolutivos nos entrenan en el miedo. El miedo es una de las emociones básicas que más preocupa a los familiares de los más pequeños, pues es que es una emoción intensa, que activa un estado de alarma y que muchas veces es compleja de gestionar.
El miedo es una emoción intensa, que invita a la huida ante la presencia (anticipada o real) de un peligro inminente. Se trata de una emoción de activación, que provoca que el cuerpo se agite, generando gritos y carreras.
A pesar de su intensidad, es una emoción muy importante, ya que es defensiva. Nos ayuda a evitar las situaciones que ponen en riesgo, huir de peligros y ser hábiles en su detección. Como ya vimos en el blog sobre las emociones infantiles, no hay emociones buenas y malas, todas son necesarias.
Como todo en el ser humano, se requiere de práctica y técnica, por ello, es importante que los niños aprendan a enfrentarse a ellas, experimentarlas, etiquetarlas y gestionarlas.
Durante el desarrollo de los niños, surgen los miedos evolutivos, que son situaciones concretas que enfrentan por cada salto de etapa y que son necesarios para desarrollar una buena gestión emocional. Algunos miedos evolutivos son:
- De 0-2 años están presentes los miedos a la separación de figuras de apego, personas desconocidas, alturas y ruidos fuertes.
- Entre los 2 y 4 años surgen los miedos a la oscuridad, a los animales, al las tormentas o a la lluvia…
- Entre los 4 a los 6 años surgen miedos hacia criaturas imaginarias, a la enfermedad, a hacerse daño…
La razón por la que surgen los miedos no solo tiene que ver con la gestión emocional, también permiten a los niños desarrollar una serie de capacidades, como es la simbólica, el pensamiento mágico, el aprendizaje social, solución de problemas, habilidades de comunicación…
Estos miedos van surgiendo a lo largo del desarrollo humano y como adultos acompañantes debemos estar preparados para enseñarles a hacerlos frente de la forma más correcta posible.
Como ya sabemos, la gestión emocional no se impone, se acompaña. Como adultos muchas veces nos es complicado gestionar ciertas emociones, o porque la situación es demasiado abrumante o porque nos ha pillado en un momento difícil. Por ello, nos resulta sencillo plantear que un niño, con menor experiencia y capacidad verbal, presentara más dificultades que nosotros a la hora de enfrentarse a una emoción novedosa.
Por ello, para acompañar, es importante validar y normalizar las emociones, permitiendo el dialogo, empatizando y tratando de comprender su miedo. Dar herramientas no sirve si presionamos su uso, introducirlas despacio, de forma orgánica y permitiendo su aplicación paulatina es mucho más efectivo. Los niños adquieren conocimientos de forma ágil mediante el juego, buscar actividades divertidas para enfrentarlos puede aportar mucho enriquecimiento no solo emocional, también social.
Los miedos evolutivos son normales y necesarios, aun así, existen ciertos casos donde por intensidad y frecuencia se requiere de intervención. Por ello es importante que, como familiares, nos apoyemos en los profesionales de la salud mental.
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